De cuando en cuando reviso casi al azar alguna gaveta con carpetas (files) que he pasado tiempo sin abrir, y que sólo he ido añadiéndole algún artículo, recorte o apunte. Al reabrirla elimino lo que me parece poco relevante -aunque en su momento me lo pareciera- o se ha desactualizado. Por el contrario, puedo redescubrir algún texto que vale la pena retomar.
Así me ha sucedido con un apunte para una sesión sobre liderazgo, seguramente anterior a la pandemia, y que paso a actualizar:
- El liderazgo ideal es sinérgico o sinergista (Lawrence Miller), un agregado de profeta (visionario, enérgico, impulsor), constructor (organizador, estructurador) y explorador (de nuevas oportunidades, innovador).
- El líder debe conciliar (otra bonita ce, como cooperar, cohesionar, confiar, consensuar) una serie de factores orgánicos que constituyen respectivamente dos polos de acción-actuación:
Planear vrs, improvisar. Verticalidad vrs. pluralidad, Obligatoriedad vrs, discrecionalidad, Racionalidad vrs. emocionalidad, Gestionar vrs, liderar. Individualizar vrs, colectivizar,
Si hubiera que buscar un común denominador o sintetizar esas polaridades, el reto del líder es lograr flexibilidad sin caer en el caos (o en la anarquía, en su acepción negativa), No ser rígido, autoritario, áspero; no decaer en maleable, favoritista, inconsistente.
Liderar, en suma, es un desafío cotidiano, un aprendizaje continuo, un rol que te obliga a una permanente autoevaluación en busca de un equilibrio que, como dirían los economistas, tiende a ser inestable, en estos tiempos asediados por la incertidumbre, por la inseguridad que nos llena de inquietud, No hay espacio para la indecisión, pero tampoco para la irreflexión...