Juego con los títulos de dos obras maestras cinematográficas que tuve la oportunidad de ver el fin de semana pasado: La zona de interés (Jonathan Glazer, RU, 2023) y Anatomía de una caída (Justine Triet, Francia, 2023). . En el primer caso, una película sobre el nazismo y uno sus rasgos más característicos, acuñado en forma imperecedera por Hannah Arendt, la banalidad del mal. La capacidad para comportarse atrozmente de un ser humano aparentemente normal y corriente, que puede alternar una vida socialmente aceptable con otra incalificable.
La película nos muestra los anhelos y aspiraciones, la vida hogareña cotidiana, de una familia acomodada que vive junto a un campo de concentración, en la Alemania nazi, a inicios de los cuarenta del siglo pasado, y cuyo comandante es el cabeza de esa familia. En lugar de ir a trabajar como alto ejecutivo de Volkswagen o de Siemens, él va a dirigir el campo. Su principal preocupación por la eficiencia productiva no es cómo lograr fabricar más coches, sino cómo matar judíos, más rápidamente, en los hornos crematorios (una preocupación, guardando las distancias, no muchas, con lo que el gobierno de Benjamin Netanyahu viene haciendo con los palestinos).
El film te provoca una honda reflexión sin estridencia alguna: No hay ninguna imagen de lo que sucede en el interior del campo de exterminio, apenas alguna humareda y algunos sonidos anómalos...Hacia el final, otra sacudida interrogativa: Qué piensa en el fondo de algún remoto rincón de su conciencia este nazi, que le dice a su mujer, en una conversación telefónica, que está pensando en cómo se podría gasificar a toda la concurrencia, de una fiesta a la que está asistiendo con altos mandos del régimen, dado que sería muy difícil por la altura del salón en donde se encuentran...
Y un último apunte: Estos individuos no son sólo enfermos morales, también fisiológicos. Está en tratamiento con un doctor, le dice que se está alimentando bien, que orina y defeca sin ninguna molestia, pero que tiene frecuentes vómitos...Algo dentro de él, de nuevo, en algún recóndito rincón del alma -por obscura que sea- se le hace insoportable...literalmente vomitivo,,,
En Anatomía de una caída asistimos a la anatomía de un matrimonio, la radiografía de su final, de su caída simbólica o subjetiva, a la que continúa una real y objetiva...Del mismo modo que en la cinta anterior decíamos que no cuenta con escenas explícitas esperables (y usuales, en el caso del sexo como si nos quisieran enseñar al respecto, o no supiéramos qué va a pasar...y cómo terminar), así ocurre en esta otra, sexo y violencia no aparecen, sólo -en forma paradójica tratándose de cine, de un lenguaje visual- en un audio de una muy fuerte discusión, grabada en una USB, y que resume en forma admirable las causas de la crisis, no sólo de la pareja protagonista, sino de un sinnúmero de parejas. Un diagnóstico muy elocuente del porqué del momento crítico de un matrimonio echándose en cara quién puso más (memorable canción de Víctor Manuel), quién cedió más, quién se sacrificó más...