Hannah Arendt marcó un antes y un después en la filosofía política con su controversial concepto de "la banalidad del mal", que empleó para referirse al jerarca nazi Adolf Eichmann, y su conducta a lo largo del proceso contra él que se celebró en 1961, en Jerusalén.
Pensé en esa expresión, lo que me ha sucedido no pocas veces viendo cine o televisión (en un primer y rapidísimo recuento, Tarantino, Scorsese, Breaking Bad); pero lo apunto hoy, con la inesperadísima escena final de 600 millas (Gabriel Ripstein, México, 2015), película que retrata este modelo de conducta dual, en este caso, en el contexto de la infernal frontera México-Estados Unidos, territorio de mafias de toda índole, en el que pueden haber malos que quisieran huir de ese infierno y rehacer sus vidas, y buenos capaces de acciones desalmadas. Esto es, seres atormentados por la atmósfera delictiva en la que viven, y otros que banalizan sus atrocidades como parte de su honrado trabajo en aras de mantener la ley y el orden...
Un actor del calibre de Tim Roth es idóneo para el papel de este agente experimentado que solucionará un caso por la vía más cómoda e inmoral, y tranquilamente llegará a su casa, desayunará, conversará con su mujer e irá a la escuela a por su hijo...
