Interesantísima conversación intimista y confidencial: Uno de los protagonistas mantiene una relación episódica con otra persona que vive a nueve mil kilómetros de distancia. En algún momento del diálogo, se plantea la alegoría del viaje, tan rica y versátil para hablar de la existencia, del tránsito por este mundo: Una relación de estas características es como encontrarse en algunas estaciones y viajar un corto trecho, entre estaciones. ¿Lo dejamos así o decidimos viajar juntos el resto del trayecto? Acabamos la conversación sin una respuesta definitiva ni mucho menos. Le estuve dando vueltas, cojo bolígrafo y papel:
Ambas son formas de esculpir (símil utilizado durante la plática por una de las participantes) una relación, hay erosión y hay sedimentación. Una relación que se acaba es una escultura concluida, puede ser muy bella y, en cambio, una que no se acaba puede irse afeando, perdiendo atractivo (la relación y la figura), "nos vamos convirtiendo en perfectos extraños" y, claro, el resultado es decepcionante.
La intensidad del encuentro entre estaciones (en una nos subimos, en otra nos despedimos) es muy particular, es antirutinaria por definición, se movilizan energías muy diversas porque se sabe que es temporal, un corto trayecto que es preciso aprovechar a fondo...
Es una oportunidad privilegiada para reafirmar los sentimientos o, por el contrario, comprobar que, incluso sin el desgaste del dia a dia, ya algo se ha apagado y tal vez sólo queda saber mantener una respetuosa distancia.
No hay respuesta definitiva, por supuesto. Reviso mi libreta-tesoro de frases célebres y aforismos, "Amor": Me quedo con esta posible respuesta, de un especialista en temas románticos, Lord Byron:
"El amor en la vida de un hombre es un episodio; en la vida de una mujer es toda la existencia..."