"No tengo tiempo", "el año se ha pasado volando", "equis tiempo (una mañana, una tarde, un domingo) no me ha alcanzado para nada"... Estas y otras frases de esa índole son cada vez más frecuentes en las conversaciones... El tiempo por su escasez se ha convertido en un recurso muy valioso y corremos el riego de invertirlo con un criterio economicista, de rentabilizarlo, a costa de la calidad de lo que hacemos con él...Esto es, escoger qué hacemos con él por el beneficio inmediato que nos reportará, entendido no sólo como un ingreso monetario -que es el móvil hegemónico-, sino que el tiempo se usa para un objetivo específico, sin darnos tiempo para disfrutarlo sin que sea un lapso pre-establecido en la agenda (formal, escrita o simplemente en nuestra agenda mental de lo que tenemos que hacer en lo inmediato).
Y esa agenda puede saturarse insidiosamente si prestamos demasiada atención al celular y a la computadora, piensen cuánto tiempo están dedicando a esos intercambios virtuales y los van sustituyendo por relaciones reales...
Me ha sucedido varias veces en los últimos tiempos, en donde mi interlocutor(a) se ha extrañado del tiempo que le he dedicado (y la realidad es que me lo estoy dedicando también a mí mismo). Dar tiempo es una muestra de interés por el otro, abrir el espacio para una comunicación más allá de lo trivial y de lo convencional, es un auténtico tributo a la amistad y al amor. Es el regadío de ambas, la savia que transforma una en otro y, si las circunstancias son las adecuadas, el password hacia la comunicación sexual, es decir, el lenguaje de los cuerpos (y ahí también, ¿nos daremos tiempo para una conversación o será el paupérrimo a lo que vinimos?...)