Este es el título del esclarecedor artículo de hoy en La Nación del politólogo Kevin Casas, ya citado en alguna entrada anterior en tono tanto elogioso como peyorativo; lo primero, por su capacidad -como hoy- para exponer con claridad y rigor; lo segundo por su frustrada carrera política, muy auspiciosa, por una muy torpe aplicación del maquiavelismo...Lo que nos alecciona, una vez más, sobre la brecha entre ser un gran teórico y la habilidad para practicar lo predicado...
En su publicación de esta mañana, advierte, en primer lugar, sobre la equivocada mezcla de "los desacuerdos políticos con la impugnación ética". Hay que deslindar el desacuerdo con una propuesta política de la acusación personal, esto es, lo ideológico de la censura moral: "Amalgamar las diferencias ideológicas con el castigo moral es la receta perfecta para una política intolerante y fanática".
En segundo lugar, una segunda advertencia, "debemos desconfiar siempre de todo aquel que nos ofrezca tierras prometidas morales sin haber estado nunca en el poder". Oportunas y atinadas observaciones ante la inminente campaña electoral en Costa Rica.