Un reciente editorial de La Nación sobre la brusca devaluación del colón, subrayaba -y daba nombre al escrito, Discrecionalidad y Responsabilidad- la importancia de la responsabilidad en la utilización de la discrecionalidad con que cuenta el Banco Central de Costa Rica para intervenir en el mercado cambiario, a fin de no desatar fuertes corrientes especulativas que volatilicen una variable tan crucial en el funcionamiento del sistema económico.
Nada que añadir, si acaso reseñar que la frase es aplicable a un sinfín de áreas de actuación gubernamental, en donde la ausencia de responsabilidad ha conducido a intentar -por la vía de las leyes- delimitar tanto la discrecionalidad que, hoy por hoy, uno de los más alarmantes obstáculos para el futuro de Costa Rica es la hipertrofia de su ordenamiento jurídico. Más pronto que tarde los procedimientos de ralentizan, se entraban, en virtud de alguna normativa, nueva o remota, que sea o no relativamente simple de cumplir, puede consumir considerable tiempo de aprobación o autorización.
A este problema coadyuva la sobrepoblación de abogados con que cuenta el país y que, de una u otra forma, vive de las leyes: Para cumplimentarlas, claro; pero también para conseguir interpretaciones favorables en medio de la maraña legal. Vale la pena interponer recursos de diversa índole, generar honorarios, retardar decisiones que presumimos adversas, lograr prescripciones o, simplemente, fastidiar a la otra parte que nos ganó una contratación...
Apunte cinematográfico: En la reciente American Hustle (La gran estafa americana, David O. Russell, 2013), el agente del FBI DiMaso -finalmente caído en desgracia por su excesiva ambición por pasar a la historia- dice que él es muy riguroso en el cumplimiento de su deber porque, de lo contrario, su país sería como Guatemala...Les habrá dolido a los guatemaltecos, pero así es de claro: Si no hay responsabilidad en el uso de la libertad vamos hacia una sociedad invivible, que sin el imperio de la ley, será una jungla, un sálvese quien pueda...