En la entrada del pasado jueves mencionaba que me iba a referir a una manifestación pre-violenta, relacionada con la significativa respuesta ciudadana a los desahucios, vehiculada por la PAH, Plataforma de Afectados por las Hipotecas (erróneamente dije que antidesahucios, aunque de eso se trata). El origen del término escrache lo analizaba la semana pasada Alex Grijelmo en un pormenorizado artículo en El País, la definición más concreta es: "Manifestaciones ruidosas ante las casas de políticos o personajes de trascendencia; acoso domiciliario en grupo".
No es difícil de imaginar que esas muestras de hostigamiento deriven en algo más que gritos e improperios. Los escraches han proliferado en los dos o tres últimos meses, por el momento sin violencia. Los destinatarios principales han sido diputados del Partido Popular (PP) a los que se presiona para que impulsen cambios legislativos, fundamentalmente de la Ley Hipotecaria de la que hablábamos en la entrada anterior.
La reacción por parte de portavoces del PP ha sido lamentable, la simple criminalización, primero emparentando los escraches con las manifestaciones violentas de grupos pro-etarras, y eso no fue nada. La ínclita sra. Cospedal, secretaria general del PP, en forma incalificable - y provocadora-, dijo que el escrache es nazismo.
Pienso que el escrache es un síntoma inquietante, un prolegómeno al que pueden seguir manifestaciones más agresivas que desaten una espiral de violencia: Manifestantes más descontrolados -sin descartar en absoluto alguna modalidad de infiltrados- provocan una reacción represiva de la policía. La violencia se retroalimenta, surgen más grupos -comandos de guerrilla urbana como se vieron en las manifestaciones antiglobalización- que se enfrentan a las fuerza antidisturbios, aumentan las medidas policiales, se radicalizan posiciones y se da el paso del choque frontal callejero al peor: el terrorismo... Las bombas de Boston nos recuerdan nuestra extraordinaria vulnerabilidad, máxime cuando el acto terrorista es el más destructivo posible: los objetivos son indiscriminados, y con seguridad, inocentes; no es aquello de que pusieron una bomba para que estallara de noche en una agencia bancaria y un pobre peatón pasaba por allí...
Hay que desactivar el arsenal que se está amontonando. Hará falta un cuerpo de artificieros muy habilidoso...