Claro y sin eufemismos, el antiguo embajador del Reino Unido en Afganistán, período 2010-2012, William Patey escribe en The Guardian (25-6-14) que para acabar con la guerra en Afganistán o, mejor, ir sentando las bases para la paz, así como la paz en las zonas más degradadas por la heroína en Gran Bretaña, hay que legalizar el comercio de opiáceos (heroína y morfina). Las cifras de gasto creciente en la lucha -militar en tierras afganas, policial en las calles de las grandes ciudades de Occidente- no se corresponden con ningún avance en ambas guerras. Los datos de que se dispone señalan que la superficie de cultivo es más grande que nunca, así como el volumen transado.
Patey propone ir ampliando las zonas de cultivo legal -para uso farmacéutico-, por el lado de la oferta y; por el lado de la demanda, regularla a través de su suministro legalizado, lo que representa incrementar las posibilidades de iniciar algún tipo de tratamiento de desintoxicación para los usuarios y, desde luego, de reducción de la utilización de droga -y de sus instrumentos de aplicación- contaminados. En definitiva, ir disminuyendo el número de víctimas, en ambas guerras, en Afganistán y en las calles de Europa y Estados Unidos.