Con los avances revolucionarios de la tecnología, el Estado cuenta cada vez con mayor capacidad para controlar a los ciudadanos y, en el peor escenario, convertirse en el Gran Hermano que vaticinara George Orwell. Las medidas de seguridad en los aeropuertos dan a pensar -sugestión de Gregorio Morán en La Vanguardia hace ya muchos meses- en un experimento social a ver qué tanto están dispuestos a aguantar las personas en nombre de su seguridad, todos somos tratados como sospechosos, cada vez con más descaro.
Guerras que los ciudadanos pagan y sufren, Irak y Afganistán, rodeadas de muchísimas incógnitas y de mentiras ya indisimulables (las famosas "armas de destrucción masiva" almacenadas por Saddam Hussein). Cientos de miles de millones de dólares dedicados a rescatar entidades financieras que han cometido, como mínimo, graves errores de gestión (ganancias privadas, pérdidas públicas) y que causan un desequilibrio en las finanzas estatales que se pretende resolver con recortes drásticos en la red de protección social, armazón indispensable para el buen funcionamiento de una sociedad democrática, esto es, razonablemente justa y equitativa...
En este contexto, sólo se me ocurre darle las gracias a Wikileaks, a su fundador y cerebro Julian Assange, por advertir, en este caso, a las altas esferas del poder de Estados Unidos, que los ciudadanos contamos con nuevos aliados en la preservación de nuestros derechos, de la mano de las mismas tecnologías de control que ellos emplean para recortarlos. Extensivo el agradecimiento a la red Anonymous que está apoyando a Wikileaks frente al ciberataque que está padeciendo en represalia, con la pretensión de interrumpir su labor.
¿Que es peligroso el material filtrado, que pone en riesgo vidas o agrava conflictos? Por lo que he podido analizar en textos de autores que me merecen el mayor crédito -Manuel Castells, Norman Birnbaum, Shlomo Ben Ami- es falso. Los auténticos secretos de Estado -escribe Ben Ami (El País, 6-12) -ya no circulan por vía diplomática, sino directamente entre los servicios de inteligencia y los Ministerios de Defensa. Castells dice por su parte, que las filtraciones son "un cursillo acelerado sobre las miserias de la política en los pasillos del poder" y califica de "patraña" el que se pongan en peligro vidas humanas (La Vanguardia, 11-12). Birnbaum se pregunta: "¿A qué sector del país sirven los diplomáticos?" (El País, 1-12) y concluye que los cables revelados son un reflejo "de la lucha cada vez más intensa que libra Estados Unidos consigo mismo sobre la naturaleza de su sociedad", una sociedad que debe reexaminar "el reparto interior del poder y la riqueza"...
De nuevo, para terminar, muchas gracias señor Assange, ha utilizado usted sus enormes capacidades no para hacerse un multimillonario en tiempo record con alguna modalidad de red social o libro de caras, sino para ayudarnos a conservar nuestras libertades y derechos.