Clare Marin, filósofa, escribe en Le Monde el primero de una serie de seis artículos sobre "superar pruebas". Van por el tercero. El primero sobre la ruptura amorosa, el segundo sobre convivir con una enfermedad crónica, el tercero sobre el fracaso...
Comento hoy el primero, una radiografía de la ruptura de una relación amorosa. Los dos en alguna forma se rompen, pero el abandonado sufre mucho más: Las amargas sensaciones relacionadas con el rechazo, con cierta herida narcisista, el desgarro; probables repercusiones en lo físico, tanto en la apariencia como más internamente; vulnerabilidad y "la tortura de la memoria amorosa": lugares, olores, músicas..."el sadismo de los sueños que resucitan los abrazos y fantasmean con reconciliaciones".
Lo que me ha llevado a una reflexión más honda es el análisis de Claire sobre el (los) porqué(s) del que decide la ruptura: Lo usual es justificarse con razones relacionadas con las carencias del otro, pero la autora apunta incisiva que el que rompe busca una supuesta "nueva vida", pero que en realidad eso no podrá suceder pues requeriría un profundo cambio de identidad, una identidad decepcionante, empobrecida, de lo cual responsabilizamos al otro. Nos deshacemos del otro...pero nosotros continuamos esencialmente siendo los mismos...Estamos tratando de huir de nosotros mismos...
¿Cómo sobrevivir a la ruptura? "...no es seguro que eso sea posible...", advierte Claire. La palabra clave en su receta es "compensación". Restablecer el equilibrio con alguna forma de creación, con algo que nos reafirme y que le niegue al otro las razones de su abandono. En definitiva, "es la ocasión dolorosa de descubrir de lo que somos capaces", y eso podría conducirnos a reconsiderar de lo que "estábamos tan desesperados de haber perdido".