viernes, 30 de noviembre de 2018

"EL VARÓN RAMPANTE"...



-Está de película de terror, no recuerdo haber circulado por esta carretera en condiciones así…

Pocos minutos pasaron de mi comentario cuando, recién salidos de una curva muy cerrada, tuve que frenar en seco –valga la paradójica expresión- sobre un pavimento anegado. Por suerte, subíamos uno de los repechos más acusados de la tortuosa carretera a San Anselmo, adonde nos dirigíamos para visitar al abuelo Serafín por su octogésimo aniversario.

Quedamos a no más de cinco metros de un derrumbe que atravesaba toda la calzada. En su parte final, a nuestra izquierda, la tierra salpicada de piedras de mediano tamaño, se elevaba algo más de un metro y se desparramaba, en dirección al pueblo, unos quince.

Martina, mi novia, palideció; ya hacía rato que venía callada, impresionada por el escenario en una noche muy obscura, de diluvio, y con un viento que aullaba. Por dicha, ya habíamos cenado, muy bien además; pero empezábamos a sentir sed, seguro que por la mezcla, generosa para el paladar, de embutidos, quesos y vino; para acabar con un anís gentileza de la casa. Abracé con ternura a Martina, acaricié sus mejillas y asomó un atisbo de sonrisa en su carita que, en aquel instante, parecía la de Caperucita perdida en el bosque, temerosa de que el lobo feroz la acechara en cualquier momento.

Después de unas palabras que procuraban tranquilizarla, le dije:

-En lugar de distraernos con la radio que nos irá gastando batería, te voy a contar una historia del pueblo, de esas que parecen más obra de un literato que no reales. Me la contó el abuelo, testigo cercano, pues era muy amigo del protagonista…

Martina asintió más resignada que entusiasta. Y empecé: Mariano padecía de insomnio crónico y acostumbraba a salir en las noches -sobre todo en verano, no como la de hoy- a recorrer las colinas que circundan el pueblo. Regresaba ya amaneciendo y pasaba por el bar de Moisés, que abría muy temprano para atender a no pocos trabajadores de la mina de sal. Los veía fatigados y taciturnos, por lo que se le ocurrió empezar a contar historias que supuestamente le habían ocurrido y que, pensó, quizás los animarían.

Mariano tenía sus dotes histriónicas y un buen bagaje de vocabulario, con lo que podía alternar frases bien refinadas con vulgaridades. Las primeras provocaban un cruce de miradas de perplejidad entre la audiencia, apenas alfabetizada; las segundas, abiertas risotadas. Y es que, Mariano, sencillo y humilde, que sólo había cursado unos años de escuela, era un ávido lector; como decimos en catalán, en una expresión que me encanta, un lletraferit.

Serafín, que también es un entusiasta lector, me dijo que había reconocido, en más de una ocasión, que los relatos de Mariano estaban, digamos, inspirados en sus lecturas: Los personajes y algunas de sus peripecias. No faltaban duendes, brujas, hadas, árboles parlantes, como en “El Señor de los Anillos”…

-¿Recuerdas, cariño? -interrogué a Martina, mirándola con detenimiento. Estaba logrando el objetivo de entretenerla y apaciguar su desazón. Continué-: Y, por supuesto, no podía faltar la estrella de los bosques encantados: El unicornio.

Martina apostilló de inmediato:

-Siempre que escucho la palabra unicornio, me viene a la mente “El unicornio azul”.

Y se puso a canturrearla: “Mi unicornio azul ayer se me perdió, pastando lo dejé y desapareció…”. Yo me sumé e improvisamos un dúo: “Cualquier información la voy a pagar. Las flores que dejó no me han querido hablar…”. Nos reímos y nos besamos. Un repentino instante de tierna complicidad.
Yo no dejaba de sentir cierta aprensión, que no dejaba asomar  en lo más mínimo; pero, para mis adentros, en aquel momento pensé: Ahora aparece Leatherface con su motosierra…

-Sigue, sigue Adrián, me encanta -me alentó Martina.

Sonreí con la mayor convicción, apartando mi cavilación de pesadilla. Proseguí narrando:

Mariano lograba cautivar a la audiencia, fuera por el misterio, por el humor, por el atrevimiento decameroniano. En más de una oportunidad, alguno de los asistentes no tenía más remedio que interrumpirlo: “¡Ay, Mariano, acelera que nos tenemos de ir!”. Así lo hacía, y raro que al acabar no se escucharan aplausos.

Una vez la historia que contó atrapó singularmente la atención de los contertulios… y fue, cariño, cuando contó - plagio total- que había encontrado a un varón rampante, con uve; no un aristócrata, para no confundir mucho a los oyentes. Mariano citó frases casi textuales, y como que se identificaron con la filosofía de Cosimo; lo cual, si lo piensas Martina, no es tan de extrañar. Yo creo que en comunidades como San Anselmo, una sabiduría milenaria perdura, y les debió fascinar algo como –y ahí fui yo el que cité casi literal- “quien quiere mirar bien las cosas de la tierra, debe mantenerse a la distancia necesaria”…


domingo, 18 de noviembre de 2018

UNA NOCHE EN EL CEMENTERIO...

Lincoln en el Bardo de George Saunders (Planeta Seix-Barral, 1a. ed. México, 2018) fue galardonada el año pasado en Estados Unidos, y recibió críticas muy elogiosas, que en sus frases principales aparecen, como es usual, en la solapa del ejemplar. La propuesta es muy original pues sucede, en una noche, en un cementerio, en donde enterraron en horas previas al hijo de Abraham Lincoln, Willie, hecho verídico. Los protagonistas son los espíritus que pululan por el camposanto.

Es de admirar el conocimiento de Saunders sobre este más allá, y la novela tiene momentos emotivos y notables (que apuntaremos más adelante); pero también pasajes en los que los diálogos se hacen difíciles, entre absurdos e indescifrables. Me esforcé en terminarla... Claro, se trata de espíritus, en una muy particular (y desconocida) realidad, mayormente confusos acerca de su estado actual. Saunders tal vez soñó las situaciones que desarrolla; pero, a mi me parece que sus apreciables nociones sobre esta dimensión desencarnada las obtuvo conversando -y no poco- con personas dotadas de mediumidad...

¿Qué sucede en ese espacio sobrenatural? Ahí van algunos pasajes destacables, con indicación de la(s) página(s) en la edición señalada al inicio: Los seres ya desencarnados sienten con intensidad las muestras de afecto que reciben sus cuerpos ya sin alma, incluso se sorprenden de ser abrazados o acariciados en una forma que no lo habían sido en vida (89), expresiones que se prolongan en las exequias y, posteriormente, siempre que son recordados (91).

Espíritus diabólicos que, por ejemplo, toman la forma de seres muy queridos, los abordan para intentar llevarlos a lo que, en términos cristianos, diríamos el infierno; les hacen promesas de que lo que deseaban en vida, ahora lo van a alcanzar multiplicadamente, como nunca lo hubieran llegado a soñar (114-125).

Curiosamente, una escena propia de purgatorio -de nuevo, para entendernos, en la creencia cristiana- sucede en página 159, donde un ex-cazador paga su karma (ahora, perdón, en términos budistas) con los cientos de animales que mató. Y se nos ratifica  ese estadio de purga -a mi manera de entender... y creer-, en la reflexión de un reverendo (no textual): No comprendo todavía por qué he sido condenado, por qué estoy aquí, qué maldad habré cometido (334).

En definitiva, una novela muy siglo XXI, rigurosamente postmoderna -por ponerle una etiqueta reconocible- propia de nuestros tiempos repletos de incertidumbre, de búsqueda de nuevos relatos, de realidad líquida. En este caso, etérea; no por enormemente desconocida, menos real...


martes, 13 de noviembre de 2018

MUJERES AL PODER, WOODWARD, GILLIAM...

1. Un rayo tenue de esperanza en el espesísimo clima político de los Estados Unidos (y la inevitable sombra que proyecta en la política internacional): La victoria demócrata en la Cámara de Representantes, con una presencia femenina récord, 118 congresistas. Entre ellas, mujeres jóvenes y pertenecientes a minorías: la portorriqueña Alexandria Ocasio-Cortez por Nueva York; dos latinas en Texas, Verónica Escobar y Sylvia García, además con victorias muy contundentes, 68% a 27% y 75% a 24% respectivamente; dos musulmanas, Rashida Tlaib por Michigan, de padres palestinos, y Ilhan Omar por Minnesota, refugiada somalí. Por sus orígenes y por su trayectoria breve, pero contundente en la política, son motivo de una pizca de optimismo.

Pienso que un mundo con mayor poder femenino será un mundo mejor, lo cual no quiere decir que haya que aplicar empujones como las cuotas porcentuales en listas electorales. Y, desde luego, encontramos, y encontraremos, decepciones mayúsculas. 

2. Bob Woodward en una entrevista en El País (11-11-18) explica que ha titulado Miedo su libro sobre Trump en la Casa Blanca porque, aunque no ha sido una declaración pública, en alguna conversación dijo que "el verdadero poder es el miedo". Por otra parte, a falta de estrategia -como sucede en el mundo de los negocios- Trump toma decisiones por impulso, sobre la marcha.

3. Al preguntársele sobre su exitosa trayectoria periodística por más de cuarenta años, destaca el consejo de la propietaria del The Washington Post, Katherine Graham, que les dirigió una carta poco después de que se hicieran famosos mundialmente, él y Carl Bernstein, por su investigación del Watergate que acabó con la dimisión del presidente Richard Nixon: "Tened cuidado con el demonio de la pomposidad, de la autocomplacencia incapacitante".

4. Sintetizo -y reelaboro en lo accesorio- lo que declara el cineasta Terry Gilliam, en la misma edición, sobre un tema muy de actualidad: La corrección política lleva a la autocensura; qué es, obturar tu creación porque a alguien va a ofender, y dejarán de atender tus argumentos para centrarse en las palabras o frases que interpretan como ofensivas. Ahí desaparece el debate: Unos -víctimas- atacando, y el autor defendiéndose de las acusaciones.

Le acaban preguntando por Trump y dice algo que creo que perfectamente suscribiría Woodward: El mayor temor es que desate una guerra para mantenerse en el poder...

sábado, 10 de noviembre de 2018

LEY - AMOR - LEY

The Children Act (Richard Eyre, RU, 2017) es de estas películas que, ya saben, si aquí aparece reseñada es porque me obliga - a veces después de andar un rato arriba y abajo por el apartamento- a coger el bolígrafo -nunca digitar de una vez-  y tratar de ordenar la agitada mezcla de imágenes y diálogos para tratar de convertirla en un texto...

La juez Fiona Maye aplica la ley que protege al menor, Adam, que casi cumple los dieciocho, y otorga permiso a un hospital londinense para que proceda con las transfusiones de sangre que requiere para intentar que sobreviva a la leucemia. Transfusiones que sus padres, y él mismo aparentemente, no desean de acuerdo con su fe en la Palabra de Dios, según la interpretación fundamentalista que le dan los Testigos de Jehová.

Aunque la ley es clara en cuanto a la prioridad del bienestar del menor por encima de cualquier otra consideración o, en palabras de la juez, la conservación de la vida está por encima de cualquier apelación a la dignidad de la misma, Fiona decide visitar a Adam y conocer de su propia voz qué piensa acerca de esta disyuntiva en que se juega su vida. Es un caso insólito que, cavilando y contextualizando, creo que cabe tildar de acto de amor. Contexto: Acaba de desatarse una crisis matrimonial pues el marido, Jack, le anuncia/advierte -también algo poco usual- que va a correr una aventura de infidelidad. Fiona es incapaz de reaccionar tan absorbida como está en su trabajo, en el que han venido presentándosele casos muy complejos (la película abre con su veredicto acerca de la separación de unos siameses). Volviendo al acto de amor: Fiona no sólo interpela al joven Adam sobre sus creencias, sino que acaba cantando un poema de William Yeats, nada trivial, a los acordes de la guitarra que toca Adam

Esta visita -y el restablecimiento de su salud, claro- le cambia la vida a Adam, que quiere a toda costa estar cerca de Fiona, artífice de su supervivencia; pero también causante de una ruptura profunda con sus padres, pues Adam no puede entender cómo estaban dispuestos a sacrificar a su único hijo por una creencia que, su retorno a la vida y su disfrute, se le convierte en incomprensible.

El acto (en inglés podríamos jugar fácilmente con que "act" es acto y es ley o resolución) tiene consecuencias. Ahí es difícil no detenerse en una honda reflexión sobre esa delicada ofrenda: Cómo será percibido, interpretado, este gesto de afecto, de empatía, de compasión...de amor (¿?). Porque Adam así lo recibe, y se lo dice: "La ley es clara, le bastaba estampar su firma y sello en un papel...".

Señalábamos al inicio que apenas semanas le faltaban a Adam para ser mayor de edad. Ya sabe que ahora ningún adulto puede interferir, o lo puede detener, en su libre albedrío...También será en nombre de la ley -¿a falta de amor? ...no creo, ¿a falta de la respuesta que su amor anhela, si acaso?- que decidirá su destino...


lunes, 5 de noviembre de 2018

TUTTI FRUTTI...

En alguna otra oportunidad la he llamado "miscelánea", podría llamarla "macedonia" (a la española), "ensalada de frutas" (a la tica); pero me decido por mi italianofilia y por la musicalidad, tutti frutti, para referirme a una entrada con pizcas de ingredientes diversos. Por dificultad para enhebrar temas, cierta pereza, cierto desánimo...
Expresar agradecimiento: Acabo de leer un artículo de J. Bradford Delong (El País, 2-11-18) en el que recomienda varios libros para tratar de entender en toda su dimensión y complejidad la crisis económica iniciada en 2008. Resume las principales aportaciones del último publicado, de Nicola Gennaioli y Andrei Shleifer, de éste último muestra de una forma original e inapelable su agradecimiento -suelen ser formas convencionales y rutinarias al inicio de libros, ensayos o papers- a este colega y amigo: "...a día de hoy, le atribuyo cualquier reconocimiento o fama que yo pueda tener"...
Amor: Jacques Sagot, intelectual costarricense, se prodiga en escritos de muy diversa índole, sobre todo en La Nación. El pasado 25 de octubre (aunque reciente, creo que es su "antepenúltimo" artículo) escribe muy inspiradamente sobre el amor. A raíz de la experiencia apuntada en entradas anteriores refiriéndome al donjuanismo femenino, sobrellevada repitiéndome casi como un mantra: es un aprendizaje, es un privilegio esta oportunidad, etc. Sagot dice: "La vida (...) un taller donde cada día nos es concedida la oportunidad de aprender y de enseñar a amar. Todos somos maestros y alumnos al mismo tiempo".
Empleo: No tengo cita textual ni autor, pero alguien recientemente planteaba que, por supuesto, que para millones de personas el problema es tenerlo, y para otros tantos millones no perderlo. Pero que habría que ver qué grado de interferencia provoca en la vida de las personas, qué arbitrariedades hay que soportar y qué formas de autocensura practicar para poder sobrevivir en él...Recuerdo tomar informalmente el apunte, y sin pausa pensar en no pocas situaciones...y en el vaticinio que Yourcenar ponía en boca de Adriano: Esclavitud...nunca desparecerá, en el futuro vendrán formas más ocultas e insidiosas...Dicho de otra manera, hace unos días revisando carpetas viejitas, una joya de El Roto, en El País de 7-2-2008: "En la universidad te enseñan a pensar, y en el trabajo, lo que te puede pasar si lo haces"...