miércoles, 27 de enero de 2021

REDES SOCIALES: ¿QUIÉN TIENE EL CONTROL, QUIÉN DEBE TENERLO?

Inicio con el título de un artículo de Megan McArdle en The Washington Post (27-1-21) : "Las instituciones importantes deben sacar a sus empleados de Twiter". Sigue rigurosamente vigente, en mi criterio, el aforismo de Marshall McLuhan -con más de medo siglo de enunciado-  acerca de que "el medio es el mensaje": ¿Qué tipo de mensaje puedes enviar en 280 caracteres y que cuenta con un efecto multiplicador a la velocidad instantánea de un golpe de tecla? Demasiado fácil y demasiado rápido dice la autora, entre otras atinadas observaciones. 

Continúa: Si soy una adicta no puedo decirle a mi jefe que debe de despedir a mi dealer.  El control de las redes sociales radica en cada uno de nosotros que, juntos, constituimos una poderosa acción colectiva. A falta de ésta porque "la gente siente que tiene que quedarse en ese espacio porque otros lo hacen", y no se logran cambios a partir de esfuerzos individuales (eso sólo pasa en películas de Hollywood, siempre recuerdo una crítica a la saga Rambo: él sólo gana la guerra de Vietnam), deben entonces de ser iniciativas institucionales...

Otor enfoque para este debate que, muy convenientemente, está empezando y arreciando: el de Luciano Floridi en El País (26-1-21), "Las redes sociales no se pueden regular solas". Señala que la suspensión de las cuentas de Trump es una muy correcta decisión...pero qué tarde lo han hecho. El caso ejemplifica -dice el autor- que no debería de quedar a criterio, a voluntad de una iniciativa privada, de un negocio a fin de cuentas, dado el alcance global, de incontestable interés público, de lo que circula en las redes sociales.

¿Qué propone?: "...regular su uso con procedimientos públicos, transparentes, democráticos, iguales para todos y justificados legalmente por todos los derechos humanos, para evitar arbitrariedades, abusos y discriminaciones". El mismo autor apunta; "Quizá parezca poco realista..." Así lo siento, que se concrete esta propuesta impecable formalmente, pero que debe de articularse políticamente, y el resultado, para contentar a todos los actores (como se dice ahora) puede ser impracticable y peor que la libre iniciativa de las empresas...al menos les es más fácil consensuar...y rectificar...

lunes, 25 de enero de 2021

TRUMP NO ME INQUIETA...

 Leo variedad de análisis de lo que ha sido el período presidencial de Donald Trump, con el aberrante colofón del asalto al Capitolio por una horda de incivilizados que ejemplifica la ideología de su líder.

Líder que pasa a ser un caso subrayable, por negativo, en mis clases sobre el trípode invisible: el sentido de misión, la cultura organizacional y el liderazgo.

Al recorrer las líneas de esos análisis, prácticamente unánimes en la mendacidad del sujeto (a no ser que se trate de autores parafascistas o neonazis), la inquietud más profunda e invariable no radica en el montón de sandeces dichas o en las decisiones mezquinas, miopes o presuntuosas que han caracterizado su mandato. No, la alarma, el desasosiego, la conmoción reside en cómo es posible que cuente con tantos seguidores, con tantos millones de votantes. ¿Qué clase de razonamiento conduce a valorar positivamente a ese personaje? Y en la nada descartable ausencia de razonamiento: ¿Qué emociones anidan en sus seguidores? 

A la primera interrogante, mi respuesta oscila entre la ignorancia del seguidor o, por el contrario, en una visión estratégica- digamos que siniestra- de que se requiere alguna operación de limpieza (esta vez, seguro, no será de judíos)... A la segunda: un cóctel envenenado de frustración, resentimiento y envilecimiento...

Trump se ha retirado, dorado retiro en la Florida. El llamado trumpismo ahí está, no faltarán candidatos-aquí mismo en Costa Rica- que lo quieran encarnar con otros nombres y apellidos, que quieran erigir su carrera política anclándose en esos razonamientos (¿?) o/y en esas emociones...

martes, 5 de enero de 2021

DICTADURA SANITARIA...

Después de los atentados en las Torres Gemelas, en 2001, todos nos convertimos en sospechosos, señaladamente en los aeropuertos, en donde recibimos un trato poco digno, y nos someten a unas limitaciones entre absurdas y arbitrarias. 

Ahora con las medidas relacionadas con la pandemia, "se normalizan procedimientos dictatoriales en nombre de la protección de la salud colectiva", palabras de Suzette Sandy en Le Temps (31-12-20) en su artículo "Dictadure Sanitaire", y que comparto, en particular, para el caso de Costa Rica, en lo referente a restricciones vehiculares y a bastantes de las comerciales. Providencialmente, no nos pueden confinar pues constitucionalmente Costa Rica es un país sin fuerzas armadas (gracias eternas Don Pepe Figueres Ferrer), y no es posible el toque de queda o alguna aberración similar.

Quiero concluir este comentario con una interrogante -para reflexión de Año Nuevo- y con el que la autora cierra su artículo: ¿Todas esas limitaciones son justificables por la convicción de algunos científicos de que la muerte no es más que un fracaso?...