Me está costando un poco más de lo habitual concentrarme y arrancar la clase. Fatiga mucho más emocional que física, sin duda. Si fuera física me siento...Siempre les pido a los estudiantes que para ir calentando, abriendo el 'file', comenten, pregunten, pidan alguna aclaración o ampliación a algo de la sesión anterior, etc. Si hay silencio añado, "¿alguna queja?"...y si sigue, "pues bueno, ¿algún elogio?"...Como mínimo ahí hay sonrisas, y alguno más desenvuelto lo hace -el elogio- con el tono algo impostado o exagerado que la situación requiere, que yo he buscado...Más sonrisas. Bueno, objetivo parcialmente logrado, la risa oxigena el cerebro, nos prepara para retomar la concentración e iniciar la clase formalmente...
En otros muchos casos, soy yo el que hago un comentario que, en alguna medida, se relacione con lo que vamos viendo en el curso, antes de apegarme al guión en donde lo dejé la clase anterior. El lunes pasado, no recuerdo con qué motivo, apunté la monotonía visual en las portadas de las revistas, las que están junto a las cajas del supermercado: cutis perfectos, contornos armoniosos, pechos turgentes, que acaban por dar una sensación de falta de naturalidad que merma el supuesto atractivo de la dama en la portada. Y agregué, se verían mejor con alguna arruga que las hiciera más reales. Añadí, ya para concluir, escribiré algo en el blog, lo titularé algo así como "elogio de la imperfección...". Promesa cumplida.
Pero no puedo acabar aquí pues revolotean en mi mente textos e imágenes sobre el perfeccionismo y las aberraciones a las que puede conducir. Así a vuela pluma, dos: Uno, no finalizas algo -eterna posposición- porque siempre le encuentras defectos; dos, te vuelves intolerante ante los defectos -que amplificas- de los que te rodean...Ahí lo dejo, para que pensemos en ello, empezando por mi mismo...
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