jueves, 22 de junio de 2017

"RECURSOS INHUMANOS"...

Este es el título de la última novela del autor francés Pierre Lamaitre (Ed. Alfaguara, Barcelona, 1a. ed. 2017). Narra la historia de un director de Recursos Humanos que, tras diecisiete años de labor, queda, con 53, desempleado. Lleva ya cuatro en paro y su situación personal se va agravando. Alain Delambre nos lo explica: "En cuatro años, a medida que mis ingresos se volatilizaban, mi estado de ánimo pasó de la incredulidad a la duda, después a la culpabilidad y, por fin, a una sensación de impotencia. Hoy lo que siento es cólera" (pág. 18). La mesa está servida para el guión que, con ritmo cinematográfico de thriller, nos lleva de la acción trepidante a pausas intimistas. El resultado es que no la puedes dejar...
 
El núcleo central de la novela -alucinante- es una falsa toma de rehenes en unas oficinas, preparadas a tal efecto, como instrumento -oiganlo bien- de selección de personal con doble propósito: los secuestrados son unos directores de entre los cuales -por su control emocional, sangre fría, lealtad a la empresa- se escogerá al encargado de una dura misión de cierre de un centro de trabajo que acarreará casi mil despedidos, y una fuerte repercusión social en la comunidad afectada. El seleccionado será el que mejor responda al interrogatorio de un par de los secuestradores, que, a su vez, son candidatos a otra posición como seleccionadores de personal en la dirección de recursos humanos (¡¡!!).
 
Este escenario, que cuenta como protagonista estelar a Alain Delambre, un auténtico "anti-héroe" como se dice en la jerga dramatúrgica, provoca algunas reflexiones contundentes sobre la deshumanización del mundo empresarial. Por ejemplo, que en la realidad, un alto empleado es un rehén de la empresa: "La diferencia principal es que en una empresa los directivos viven un miedo larvado, mientras que durante un secuestro arriesgan directamente sus vidas. Aunque pensándolo bien, en la empresa también. Al final, la única diferencia real es la naturaleza de las armas y el plazo de incubación" (pág. 140).
 
O esta otra cuando hay indicios de que el simulacro puede venirse abajo, uno de los protagonistas reflexiona: "He visto con frecuencia esta actitud desde que trabajo para empresas. Como son máquinas pesadas, cuando un proyecto moviliza energía, presupuesto, tiempo, nadie tiene el valor de frenarlo (...) Más tarde, cuando echan la vista atrás después de haberse estampado contra el muro, los responsables reconocen que las señales estaban ahí y que prefirieron ignorarlas, pero generalmente sólo lo piensan para sí mismos y nunca lo confiesan en voz alta" (pág. 162).
 
Alain ha acumulado resentimiento y amargura, nutrientes del odio, de la ira. Nos advierte: Cuando te llenas de odio ves muy abstractas las consecuencias a que te puede llevar...Los resultados pueden ser ambivalentes, en el mejor de los casos. Las páginas finales, reposadas, las lees como a cámara lenta, ha sido una vorágine. Nada volverá a ser igual, imposible. Todos han cambiado, demasiado...
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario