Contando con gran cantidad de efectivo, escasos niveles de retención por encaje, amplia desregulación y bajos tipos de interés, numerosas y no menores instituciones del sistema financiero estadounidense se lanzaron a ofrecer préstamos hipotecarios a todo quisqui, dicho más técnicamente, a sujetos de crédito dudosos. Hipotecas que pasaron a denominarse en la jerga financiera "subprime". Préstamos de dudoso cobro, peeero, con la ceguera de que "todas las propiedades subirán de valor", no problem, si no pagan nos quedamos la propiedad, por supuestísimo, revalorizada; además de que les habremos cobrado, mientras han podido pagar, unos intereses muy superiores al promedio (aparte de las consabidas comisiones y otros gastos, etc, la letra menuda vaya...).
Siendo esto problemático, poco prudente, no fue todo, ni muchísimo menos: Crearon productos financieros derivados, o sea, basados en esas hipotecas subprime, con el aparatoso título de "obligaciones de deuda colateralizada" (CDO por sus siglas en inglés, en adelante)... nombre ideal para embarcar o a tontos o a pasados de listos...Como más de un especialista ha dicho, empaquetaron bonito títulos basura y la vendieron, con el beneplácito -máxima o muy elevada calificación- de las agencias de valoración de riesgo (que muy probablemente merecerán capítulo aparte y que responden, las tres grandes que forman un flamante oligopolio, a los nombres de Moody's, Standard & Poor's y Fitch).
Con el fin de la burbuja especulativa, esto es, el final del vuelo del petardo, las propiedades empezaron a disminuir de valor pues la oferta disponible superaba en mucho a la demanda, con ellas, disminuyeron de valor los CDO, iniciándose un efecto contagio: los malos prestamistas contagiaron a los malos financistas que compraron CDO. Robert Skidelsky, muy eminente economista inglés, (por cierto autor de una muy recomendable biografía sobre el mayor economista del siglo XX, John Maynard Keynes), lo explica así: "Antes de la titulización (creación de CDO), los bancos conservaban las hipotecas; ahora podían borrarlas de sus libros. Pero el crédito titulizado que se eliminaba del balance de un banco normalmente terminaba en los libros de otro banco (en forma de CDO). Lo que resultó fue un sistema maravilloso para diversificar riesgo bancario individual, pero sólo que magnificando el riego de impago de todos los bancos que tenían lo que se dio en llamar deuda 'tóxica'. Como todos lo derivados (CDO) se basaban en los mismos activos, si algo sucedía a esos activos, todos los bancos que poseyeran la deuda se encontrarían en la misma situación". ("La traición de los economistas" en La Vanguardia, Barcelona, 4/6/2009, paréntesis míos).
No en vano, un auténtico gurú de las finanzas, el exitosísimo Warren Buffet, nada menos, ya sentenció estos productos (y los CDS de los que aún no hemos hecho referencia, que son, si cabe, aún peores) como "armas financieras de destrucción masiva", parafraseando las trágicamente célebres "armas de destrucción masiva" que justificaron la injustificable invasión de Irak...
Cuando el juego se termina con la amenaza de ruina del sistema financiero estadounidense y, con él, en una reacción en cadena de difícil contención, de otros mercados, los gobiernos de Estados Unidos y de varios países de la Unión Europea inyectan cientos de miles de millones de dólares (sólo Estados Unidos, en torno a 700.000) a los sistemas de irrigación de las economías, multiplicando en pocas semanas sus niveles de déficit, a cubrir con deuda pública, ahora sí, duramente evaluada por las benditas agencias calificadoras...(continuará)
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