Al escritor francés Louis-Ferdinand Céline sólo lo conocía de nombre, pero pasó a interesarme vivamente hace unos pocos meses, por la polémica que se encendió con motivo de que se cumplieron los cincuenta años de su muerte y el Ministerio de Cultura de Francia declinó cualquier conmemoración. ¿Por qué? (qué difícil desde hace un tiempo no pensar en el ridículo de Mourinho a partir de esta interrogante), porque si bien es unánime el elogio a su obra literaria, en lo personal Céline se manifestó abiertamente partidario de la ideología nazi...La polémica es bien interesante: ¿Hay que separar el autor del individuo o, por el contrario, si éste es deleznable su obra queda estigmatizada y no merece mayor reconocimiento su aportación artística?
Por hoy no me voy a referir a este debate. Como decía nadie discute la calidad de su literatura, por lo que me dispuse a leer su obra más encumbrada, "Viaje al fin de la noche" (Edhasa, Barcelona, 2011). Para que tengan una idea del tipo de escritura emplearé unas frases de la contraportada: "una prosa amarga y quebradiza (...) un lirismo salvaje y descarnado (...) una historia capaz de llegar a lo más hondo del corazón humano...".
Precisamente quiero compartir un pasaje excepcional que me llegó bien hondo, que me provocó una emoción como pocas veces he sentido con un libro entre las manos: En un ambiente sórdido e inhumano como era el habitual en una colonia africana bajo control europeo a inicios del siglo XX. En un entorno humano en donde, por un lado, se encontraban los nativos, auténticamente primitivos, para bien y para mal; esto es, inocentes, incautos, sin malicia y, a la vez, caníbales. Por el otro, los franceses, bien militares, bien funcionarios, bien comerciantes, que rivalizaban en la corrupción, la falta de escrúpulos y el maltrato a los indígenas.
Además, con una climatología asfixiante, pura África ecuatorial, con unos calores húmedos achicharrantes, acompañados del ataque despiadado de miríadas de zancudos. Todo ello descrito magistralmente por Céline que, como todo buen escritor, logra atrapar al lector, llevando su imaginación por los lugares y situaciones tan hábilmente descritos...Pues bien, en medio de esta atmósfera -humana y climática- aturdidora, desalentadora, deprimente...surge el secreto del sargento Alcide, un sujeto, como los otros, maltratador de los indígenas, pero que nos depara una sorpresa, un giro insólito en el tono deshumanizado del relato: Buscó ser destinado a África para poder obtener más dinero y así poder cubrir regularmente los costos de mantener a su única sobrina, huérfana y con parálisis infantil, en un colegio bien de monjas, en Burdeos...
Hay que leer el episodio (pp.188-190), para experimentar un contraste emocional, sentimental, imborrable...
Exactamente, pienso igual, y siento y sentí lo mismo que vos; sorpresa, emoción doble, por no esperarla dentro de la crudeza y acidez del relato.
ResponderEliminarSaludos!
Qué agradable sorpresa que le interesara esta entrada y coincidir en esa emoción. Me alegra mucho. Muchas gracias.
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