Novela del aclamado Don DeLillo, "maestro indiscutible de toda una generación" dice la contraportada, ganador de varios galardones -no por esta obra-, señala la breve biografía en la edición que he leído: Seix Barral, Colección Booklet; Barcelona, octubre de 2012.
A ratos decepcionante, depresiva y delirante (por momentos, todo a la vez), cuenta también sin duda con pasajes destacados: La manifestación anti-globalización en Times Square, la descripción del escenario, sus participantes y la propia vivencia del protagonista desde el interior de su flamante limusina, que termina por cierto convertida en una especie de escultura ultra-postmoderna, entre lo hiperrealista y lo alucinante, abollada, quemada, grafiteada.
La estructura del texto es atractiva: Del mismo modo que en el cine hay el género de las road-movies (películas que se desarrollan a lo largo de un viaje por carretera), esta novela es una street-story, que dura algo menos de 24 horas atravesando Nueva York, a bordo del chuzo de Erick Packer, 28 años, multimillonario gracias a su habilidad especulativa en Wall Street. En el transcurso de este recorrido, a veces bajándose del vehículo, otras en su interior, se van sucediendo situaciones de las que, si hubiera que señalar un denominador común, sería la abrumadora ausencia de sentimientos y el reinado del más frío pragmatismo en las relaciones de Erick con sus interlocutores: Este le protege, este otro le asesora; esta es la ideóloga que lo desafía intelectualmente (también al lector la singular Vija Kinski); esta otra es para coger; la siguiente todavía no se la coge, pero le da prestigio ("siempre sienta bien un poco de historia"); el médico que lo chequea casi a diario en la propia limusina, tacto rectal incluido ante su jefa financiera (aquí tuve que hacer un gran esfuerzo para no abandonar definitivamente la lectura, ¡qué grotesco!, ¡qué sutil creatividad!)...
En la ruta del sinsentido, del vacío existencial, el protagonista decide suicidarse, en lo económico, con una especulación sin suficientes evidencias y en la que, prácticamente, apuesta a todo o nada. Simbólicamente, yendo al otro lado de la ciudad, a una zona poco segura, para un corte de pelo, habiéndose detectado amenazas de un extraño. Su ilimitado egoísmo lo conduce a arruinar a todos los que están a su alrededor, y, muy probablemente en su irresistible ascenso a la fortuna, a otros arruinó económica o emocionalmente; un exempleado será su asesino...En el diálogo final con éste, un reproche demoledor, tratando de entender cómo ha llegado hasta ahí -y en qué estado- su inminente víctima: Hasta en la autodestrucción has de ser el mejor...
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