Dos excelentes artículos en La Nación del domingo (1-5-16). El politólogo Kevin Casas en p. 23A analizando el juicio político a Dilma Rousseff; en p. 26A el abogado Gustavo Román glosando la importancia de la "distancia corta" para limar desavenencias y alcanzar acuerdos.
Los relaciono, acabada su lectura, en un sentido negativo: El más grave problema de la política, en particular en nuestras latitudes latinoamericanas, es la corrupción. Se utiliza esa distancia corta, esa media luz, esa ausencia de "porristas, carboneros y hooligans", no para llegar a consensos que desatasquen situaciones políticas delicadas, que de no resolverse acarrearán graves problemas a los países (sin ir más lejos, la bomba de tiempo fiscal que amenaza gravísimamente a Costa Rica), sino para confabularse en una negociación corrupta que acabarán pagando los ciudadanos y que empobrecerá al país.
Recuerdo en la campaña política de 1998, cuando Vladimir de la Cruz increpó a Miguel A. Rodríguez y a Jose M. Corrales por su "habilidad para estar en desacuerdo". Precisamente coincido con tu punto. La corrupción de la clase política es la joya de la corona de los problemas que nos aquejan en los ámbitos legislativos y ejecutivos.
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