Así titulaba un artículo que se publicó en la Revista del Colegio de Profesionales en Ciencias Económicas de Costa Rica en el IV bimestre de 2002. Voy a caer en la tentación de esta autorreferencia
motivado por el artículo de ayer en El País, firmado por Francesc Arroyo con el título de "La segunda juventud de Marx"...Lo releo -el mío- y, perdón por la inmodestia, no le quito ni punto ni coma... la deriva de nuestras sociedades capitalistas conduce a este revival del más lúcido crítico de ellas, un genio visionario, no una deidad cuyos escritos se veneraron como Biblia y como gustaron de asumir sus seguidores más fanáticos, ateos ellos que crearon un nuevo objeto de adoración. Un visionario, decía, que anticipó la inevitabilidad de las crisis cíclicas del capitalismo, la concentración del capital y del poder económico, y las consecuencias políticas de esos desequilibrios inherentes a tanta depredación:
La escasez de libertad económica y política llevó al derrumbe de las sociedades comunistas, también denominadas, para salvar el modelo original teórico, como de "socialismo real". El uso abusivo, sin una ponderación valorativa ética, de esas libertades está conduciendo a las sociedades capitalistas a un precipicio.
Quien encabeza esa
marcha hacia un desastre colectivo es, no podía ser de otra manera, la sociedad
que es líder, los Estados Unidos, cada vez más encerrada en sí misma, más
unilateral en sus decisiones en un mundo -como se repite hasta la saciedad-
global y, por lo tanto, interdependiente, sea en cuestiones de seguridad
(combate al terrorismo y el narcotráfico), ecológicas (Protocolo de Kioto) y de
justicia (Tribunal Penal Internacional). A ellas hay que añadir las de índole
económica: El proteccionismo de sus industrias y, sobre todo, de la
agricultura, cuando, paralelamente, su mensaje a todo el orbe y, en particular,
a Latinoamérica gira en torno a las eficiencias universales del modelo de libre
mercado.
Con ser grave ese liderazgo contradictorio, confuso y cínico, son los
escándalos empresariales que han estallado en los últimos meses los que nos han
llevado al título que encabeza esta reflexión. Título que, buscando llamar la
atención, encierra una imprecisión a la que nos referiremos posteriormente.
Esos escándalos son, citando los más notorios "por orden de
aparición": La quiebra de la empresa comercializadora de energía eléctrica
y gas Enron, la inminente desaparición de su máximo cómplice, la
auditora -nada menos que la número uno mundial del sector- Arthur Andersen,
que escondió la situación real de la compañía, y, más recientemente, el caso de
la firma intermediaria financiera Merrill Lynch. La lista, a la
hora de redactar estas líneas, se engrosa casi diariamente.
Enron, que
llegó a tener un valor de mercado cercano a los 80.000 millones de dólares y
ubicarse como la séptima compañía más grande de los Estados Unidos, se
convirtió en diciembre pasado en la mayor bancarrota de la historia de ese
país. Mientras en los altos niveles ejecutivos vendieron a tiempo sus acciones
e incluso cobraron millones de dólares en gratificaciones, varios miles de
empleados vieron transformarse sus fondos de pensión, basados en acciones de la
empresa, en papel mojado. La situación real de la compañía estaba oculta en una
enorme red de subsidiarias, alrededor de 800 en paraísos fiscales. El
escándalo posee ribetes políticos pues Enron fue uno de los mayores
contribuyentes a la campaña del Partido Republicano en las elecciones ganadas
por G.W.Bush. De hecho, Enron inició su vertiginoso despegue con la
desregularización y privatización del sector energético, en concreto, en el
estado de Texas, con la Ley de Política Energética de 1992.
El caso de Merrill
Lynch, sin tratarse de una quiebra empresarial, sí es síntoma alarmante
de quiebra moral, pues denota igualmente, una utilización profundamente
perversa de las libertades de las que tanto se ufana la ideología capitalista:
Ha aceptado pagar una multa de 100 millones de dólares en respuesta a la
acusación de que sus expertos engañaron a los inversores recomendándoles la
inversión bursátil en valores que, en documentación interna (e.mails),
eran menospreciados...Una auditora que no audita para no ver perjudicado su
negocio de consultoría; unos analistas financieros de alto prestigio que
engañan a sus clientes poniendo en juego sus ahorros o sus fondos de
pensión...Algo huele a podrido y no precisamente en Dinamarca...
Decíamos que
el título del artículo encierra una incorrección: El pensamiento de Marx no ha
muerto ni puede morir mientras haya en el mundo tanta injusticia e
inequidad; otra cosa es que la jerga utilizada para describir la realidad que
el autor analizó con profundidad y brillantez en el siglo XIX, aparezca en la
actualidad anacrónica y obsoleta y, por otra parte, que en su
"resurrección" los intelectuales y grupos políticos que quieran
reivindicarlo no podrán obviar el marco democrático que, en la búsqueda de la
igualdad, las sociedades que aspiraban al comunismo suprimieron.
Una
reivindicación que, con sobradas razones en medio de este menú de engaños,
encontrará terrenos fértiles, y no bastará con simplistas descalificaciones a
priori sobre los falsos paraísos igualitarios y los gulags. Será menester
una mucha mayor dosis de autocrítica y, con ella, de debate político, de
interpelación del "pensamiento único" predominante, sintetizado en
una colección de mantras -eficiencia, rentabilidad, competitividad- ajena a un
básico compromiso y sensibilidad sociales, y cada vez más alejados, en su
persecución, de un marco referencial ético.
Propugnamos voluntariosamente la
profundización de la democracia; pero ¿qué tan viable es cuando el poder del
dinero es tan significativo en el funcionamiento del sistema democrático, en el
quehacer de los partidos políticos y, muy especialmente, en el momento
culminante de las campañas electorales? Una democracia que se recorta, que se
achata, cuya oferta de partidos y de alternativas se ve cada vez más
condicionada por la disponibilidad de recursos económicos, e incluso aún cuando
se logre gracias al apoyo popular superar esta dificultad, el poder de grupos
de presión económico-financieros puede alterar, con sus amenazas veladas o
indisimuladas, la voluntad de cambio de un electorado.
Alguien muy
perspicaz sentenció: los sistemas sobreviven si tienen capacidad para aprender
de sus críticos. Esta es la gran esperanza para la supervivencia de este
sistema capitalista. Y en este cometido, juegan un papel relevante los medios
de comunicación, escritos y audiovisuales, esta misma revista, dirigida a
cientos de profesionales vinculados a la columna vertebral del sistema
económico; medios abiertos, plurales, sin censuras ni - ¡ay!- autocensuras,
conscientes de su insustituible papel en investigar, informar, crear opinión y
debate sobre los graves problemas de nuestras sociedades, para que nunca un
muro de silencio y de cinismo se levante en ellas, aunque no exista ya un Muro
de Berlín que derribar.
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