lunes, 10 de noviembre de 2014

CATALUÑA: LA LEY NO DETENDRÁ EL SECESIONISMO...



Muchos estudiantes me han preguntado sobre el proceso político que está viviendo Cataluña, adjunto una primera versión escrita hace una semana, espero actualizarla en estos días después del acto cívico -alegal, no ilegal- celebrado ayer, y las reacciones que puedan venir desde Madrid. Desde ya, parecen oscilar entre la línea dura, estrictamente legalista, y la apertura de espacios de negociación: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha pedido hoy mismo  considerar una reforma constitucional...

Son muy variadas las razones por las que la opción secesionista -utilizamos esa expresión para indicar una relación radicalmente distinta con España, no exactamente la independencia- ha crecido significativamente en Cataluña. Su origen podríamos cifrarlo en la derrota el 11 de Setiembre de 1714 -fecha que pasó a ser la Fiesta Nacional de Cataluña- ante las tropas del rey borbón Felipe V (sí, no se extrañen, el antecesor del actual rey Felipe VI), y con ella, una pérdida muy drástica del nivel de autogobierno con que contaba Cataluña, y el regreso a una enorme dependencia de la política emanada de la corte de Madrid, en particular de un rey, que a diferencia de su antecesor Carlos II de la Casa de Austria, estaba imbuido de una concepción muy absoluta y centralizada del poder, entre otras causas, muy arraigadas en la naturaleza humana frente al ejercicio del poder, quisiera señalar una de carácter familiar: Era nieto del rey de Francia Luis XIV que ha pasado a la historia por una muy célebre -y demoledora- frase, anhelada por muchísimos gobernantes: “El Estado soy yo”.


En el siglo pasado, la represión del régimen del general Francisco Franco se cebó, entre otras facetas, en la persecución del idioma catalán (y del vasco), clave de bóveda de cualquier cultura. La brutalidad de la dictadura no pudo acabar -muy al contrario- con la vitalidad de esta lengua: No existía un Gran Hermano que pudiera controlar su uso en cientos de miles de hogares a lo largo y ancho de Cataluña. Con el inicio de la etapa democrática, formalmente con la Constitución de 1978, Cataluña recupera, a grandes rasgos, el nivel de autogobierno de la II República (1932-1936) con el Estatuto de Autonomía. Ya en este siglo, las fuerzas políticas mayoritarias en Cataluña aprueban un nuevo Estatuto que profundiza el reinstaurado. En el Parlamento español es rebajado, pero finalmente se aprueba; sin embargo, el hoy gobernante Partido Popular lo recurre ante el Tribunal Constitucional, que lo recorta todavía más (sentencia STC 31-2010). El mensaje para el electorado catalán no deja mucho margen de dudas: Dentro del marco constitucional, no hay futuro para sus reivindicaciones, jamás violentas, siempre respetuosas de los procedimientos democráticos. Finalmente, la crisis económica desatada a partir de 2008, activa el debate sobre la desigual relación de intercambio económico entre Cataluña y España, con un perenne desequilibrio entre la aportación fiscal de la primera y el nivel de retorno en inversión de la segunda.


Por lo tanto, el caldo de cultivo del secesionismo cuenta con hondas raíces históricas, hechas de sentimientos, frustraciones y anhelos; y que se ha nutrido, más recientemente, por la doble crisis que vive España: La del régimen político nacido tras la muerte de Franco, y la económica: Fuerte endeudamiento público y privado, un sistema bancario en fase de purga, y múltiples casos de corrupción, por señalar sus vectores más alarmantes. En definitiva, se ha articulado en la sociedad catalana una densa corriente política que procede de una amalgama de clases medias, profesionales, pequeños empresarios, asalariados, educadores, intelectuales, etc.

Ante esta situación, que la única respuesta política del Gobierno de Mariano Rajoy sea apelar a la Constitución, sacralizar una ley, sin duda valiosa en muchos aspectos, pero lejísimos de poder calificarla de inmutable, es muy insatisfactorio, y si bien ha servido para detener el referéndum previsto por el Gobierno catalán (Generalitat) para el 9 de Noviembre (conmemoración de los veinticinco años de la caída del Muro de Berlín), no contendrá, al contrario, el impulso de un segmento significativo del electorado catalán que quiere decidir, que quiere votar, acerca de su vínculo con el Estado español.

El tiempo, dadas las circunstancias tanto históricas como político-económicas que hemos reseñado, juega a favor de la secesión, si no por la vía del referéndum (inconstitucional), será por la vía de unas elecciones anticipadas (absolutamente apegadas a la Constitución) de carácter plebiscitario, en las que cada partido deje muy en claro su postura sobre este diferendo. El riesgo de ruptura, a mi juicio, será mayor en este escenario. En una sociedad democrática, en el siglo XXI, no se puede esgrimir una ley como muro, la fuerza de las ideas acaba derribándolo.



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