Visito por primera vez Corcovado. Una especie de última frontera, con un incipiente desarrollo turístico. Barrunto si se podrá combinar el desarrollo con la sostenibilidad. Debería. La iniciativa local con algún apoyo público podría invertir en alguna infraestructura básica, la más llamativa un embarcadero en la bahía de Drake para la gran cantidad de lanchas (docena de viajeros en promedio cada una) que hacen el trayecto entre Sierpe y la bahía. Representaría más seguridad y comodidad tanto para los turistas como para los tripulantes, que se esfuerzan en sostener los botes cerca de la orilla tanteando con las olas.
Pareciera que hay una buena coordinación entre las empresas de los botes y las de hospedaje, para ajustar la oferta de aquéllos con la demanda de éstas. Asímismo, es buena la impresión en cuanto a la relación con los guardaparques del Parque Nacional y entre los guías de las diversas empresas que ofrecen los tours.
Anécdota: Al iniciar el paseo por el Parque, el guía da unas instrucciones que te hacen pensar por un momento que casi te vas a adentrar en el corazón de las tinieblas: No separarse, seguir los pasos del guía, no apoyarse en ramas o bejucos que podrían ser ortigantes, el guía siempre encabezará el grupo por si se cruzara una inoportuna serpiente, si algún animal se acercara no temerle y salir espantado, pues ellos están acostumbrados a toparse con humanos...La verdad, siendo atractivo el recorrido, la frondosidad del Parque no es mucho mayor que la de Manuel Antonio, y otro tanto puede decirse en cuanto al avistamiento de animales. Una diferencia sí es muy cierta: En Manuel Antonio los monos se han vuelto malcriados, sistemáticamente bajan de los árboles a pedir -o arrebatar- comida. Indicador de, uno, masificación; dos, falta control de los visitantes; tres, como consecuencia, desequilibrio ecológico. Ojalá no se llegue ni de cerca a esa situación en Corcovado; sus limitaciones de accesibilidad lo protegen.
Volviendo al tema inicial, tan de actualidad e inaplazable: Que pueda alcanzarse desarrollo en forma ordenada. No hace falta enumerar los grandes beneficios del turismo, pero a la vez, no se puede incurrir en los errores que destrozan las bellezas que lo atraen o, como mal menor, pero mal desde luego, atraen a un turismo de menor calidad.
Indiscutiblemente, es prioritario velar por la integridad de este santuario de la naturaleza; pero el país necesita inversión y una administración pública que facilite su ordenada ejecución y, con ello, generar empleos. Un reto considerable, como otros, para que se haga realidad aquella frase de campaña política tan mentirosa si no logramos profundos cambios: "Lo mejor para Costa Rica está por venir...".
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