Inicio esta reflexión a poco más de un mes de la "histórica" fecha del 27 de octubre, con esta frase concluyente del periodista Guillem Martínez, cuyas crónicas en CTXT son para mi las más perspicaces para entender todo lo sucedido -y que está sucediendo- en Cataluña. En medio de una emocionalidad excesiva en torno a dos visiones nacionalistas, el tono incisivo, profundo y a la vez, por momentos, desenfadado de este cronista, repito, es de lo más clarificador para intentar descifrar lo más básico y significativo de lo que está aconteciendo.
Y no es fácil desentrañar los móviles profundos de los protagonistas de esta etapa en la historia de las relaciones entre España y Cataluña, dado el océano de propaganda que lo anega todo y uno, muy probablemente, se niega a concluir que, detrás de grandilocuentes palabras y arengas, hay unos seres humanos con sus ambiciones y aspiraciones en una cara, y sus debilidades y fragilidades en el envés.
La puesta en escena culminó con la Declaración Unilateral de Independencia. Terminada la "obra", parte de su elenco entró en prisión y otra huyó; los que aplaudieron entusiastas, pasaron a la indignación por la represión; los que odiaban el proceso separatista pasaron a aplaudir rabiosamente. Los "espectadores" internacionales ni se inmutaron; los hombres de negocios, por si acaso, tomaron precauciones patrimoniales...
El Gobierno de España, al que se le pueden criticar infinidad de errores u omisiones, tomó una decisión prudente: Que las urnas decidan, 21 de diciembre. Los actores, con comillas y sin, asienten, nos vemos en las urnas...
(continuará)
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