Leyendo sobre el resultado del referendum celebrado ayer en Grecia, me ha venido a la mente hace un rato una frase que leí siendo todavía estudiante en la universidad, y que me ha resultado imborrable. Si la memoria no me traiciona la pronunció el fundador de Johnson & Johnson: "Siempre que despido a alguien me pregunto en qué me equivoqué". Excelente guía para un área tan delicada como Recursos Humanos, y en una decisión nunca fácil como es dejar a alguien sin trabajo.
La crisis en Grecia también debe de provocar en los acreedores -en sus representantes, la Troika- esa reflexión. La deuda es impagable, y es una responsabilidad compartida del deudor y de los que le prestaron. Sólo dar la razón al deudor, pobrecito (de paso: arraigadísima institución tica), es descabellado, sobre todo porque se fomenta la irresponsabilidad y, con ella, la no adopción de urgentes cambios en el funcionamiento del sistema económico griego. Pero, por otra parte, sólo atender las exigencias de los acreedores es política y socialmente explosivo. De ahí el "no" de los griegos. Hay que corresponsabilizarse y lograr un acuerdo democráticamente digno de tal nombre.
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