Este fin de semana vi la formidable serie de HBO sobre la catástrofe en la planta nuclear de Chernobyl en abril de 1.986. El mayor desastre nuclear de la historia en tiempos de paz (en tiempos de guerra ya sabemos, la mayor fue el ataque terrorista a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial).
Dos dimensiones quisiera resaltar: Una, la política. Podemos sustituir la lectura de docenas de textos sobre el hundimiento del sistema comunista y, en particular, de su núcleo imperial, la Unión Soviética, por el atento visionado de esta serie; para eso ha de servir, entre otros aspectos, el arte.
Dos, la personal. A través de las imágenes -grandes interpretaciones de los principales protagonistas- y de los diálogos, algunos antológicos, quiero pensar que pueden -podemos- ser no pocas las personas que ante el dilema ético -diario, cotidiano para miles y miles de seres humanos, estoy seguro- de decir la verdad o de dar espacio al miedo, actuar con humanidad, esto es, solidaridad y dignidad, o, por el contrario, con cobardía. Darán -daremos- un paso en la dirección éticamente correcta, aquí y en cualquier parte del planeta...Hay una ética única, después podemos empezar a ponerle los complementos que queramos o que nos convenga...
La reflexión final al cierre de la serie debe de convertirse en un interrogante muy presente en nuestras decisiones: La verdad tiene un costo...¿y el costo de las mentiras?...
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