Le comento a Jessica, ayer Día de la Madre, sobre la virtualización de las felicitaciones y de las conversaciones. Ante un penoso desacuerdo con una entrañable amiga, precisamente en la celebración de esta festividad, concluye: No podemos seguir por whatsapp... Añado entonces, por enésima vez, mi desencanto con las clases virtuales y me dice, muy inspiradamente: la virtualidad permite ejercer la profesión, no la vocación.
Me pone a reflexionar: No interactúas con identidades, sino con perfiles. No observas caras, sino, en el mejor de los casos, fotos instagramables. Das clase con una ceguera parcial. El estudiante se parapeta detrás de su dispositivo, no desarrolla la capacidad -literalmente- de dar la cara, de exponer y exponerse ante un auditorio sin mediación, sin muleta, madurando su capacidad de percibir el lenguaje no oral, gestual, y así saber interpretar mejor su conexión-comunicación con los receptores de su mensaje...
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