Leo noticias acerca de que candidatos promovidos por Donald Trump están venciendo en no pocas elecciones primarias del Partido Republicano, con miras a las elecciones de medio período (en noviembre) para la Cámara de Representantes y para el Senado de los Estados Unidos, a pesar de las investigaciones sobre sus decisiones relacionadas con la no aceptación de su derrota frente al presidente Joe Biden, así como otras respecto a la transparencia fiscal de sus negocios.
Voy a revisar lo que escribí sobre Trump y, sobre todo, sobre sus seguidores ("Trump no me inquieta", lunes 25 de enero de 2021). Reproduzco algunos pasajes: "...la inquietud más profunda e invariable no radica en el montón de sandeces dichas o en las decisiones mezquinas, miopes o presuntuosas que han caracterizado su mandato. No, la alarma, el desasosiego, la conmoción reside en cómo es posible que cuente con tantos seguidores, con tantos millones de votantes. ¿Qué clase de razonamiento conduce a valorar positivamente a ese personaje? Y en la nada descartable ausencia de razonamiento: ¿Qué emociones anidan en sus seguidores? ..."
Marta García Bruno hoy en El Español (Madrid) arroja luz sobre este fenómeno tan inquietante como incomprensible: "A los votantes, en un sistema en que las ideologías se han diluido hasta el extremo, no les importa ya lo que se dice, sino lo que les hace sentir". Efectivamente, sólo desde una perspectiva marcadamente emocional (ver post de 8-4-2017: "Emocionalidad en la toma de decsiones...") puede interpretarse este auge del trumpismo, y que no sea descartable que se presente de nuevo para las elecciones presidenciales de 2024. Esa emotividad exaltada se alimenta, para sus simpatizantes, en lo que consideran que es efectivo robo de la victoria electoral, y una posterior persecución para eliminarlo políticamente...Hace poco leía - no recuerdo quién lo citaba- una sentencia del maestro Yoda de la Guerra de las Galaxias: El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio y el odio al sufrimiento...
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