La incertidumbre por la tensión política no cesa: A la invasión rusa de Ucrania, añadir la inseguridad sobre la conducta de China respecto a Taiwan, y no se puede perder de vista el eterno polvorín, Oriente Medio, con la posibilidad de que Irán desarrolle armamento nuclear y la respuesta fulminante de Israel, sobrada de armamento de todo tipo.
Roubini apunta otros factores, todos alarmantes, de empeoramiento económico y social: El cambio climático, con síntomas cada vez más reiterados y evidentes, que encarecerá alimentos e intensificará la escasez de agua en zonas más extensas del planeta. El aumento del precio del petróleo pues la producción alternativa con energía limpias no avanza a suficiente velocidad para sustituir los combustibles fósiles (ver el gravísimo problema para Alemania de que Rusia le corte el suministro de gas). El riesgo de alguna nueva pandemia, la viruela del mono es toda una advertencia. Y finalmente, en el marco de este escenario pre-apocalíptico, un desastre -más o menos global, es impredecible la magnitud- por piratería informática.
Sólo resta invocar que, aunque sea al borde del precipicio, los gobernantes sepan frenar la escalada de amenazas y sustituirla -sin necesidad de llegar a ser amigos- por el diálogo, la deliberación, para resolver esos desafíos globales en los que todos perderemos, no habrá ganador, ni muchísimo menos.
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