Mencionaba en la entrada anterior de la grave crisis interna que vive Estados Unidos y que le resta, aún más, poder hacia el exterior. La retirada de Afganistán semanas atrás es una contundente muestra de impotencia, de profunda decadencia de un imperio que empezó a derrumbarse con el fiasco de Vietnam.
Antonio Caño en El Mundo (Madrid, 20-1-22) radiografía esa crisis, uno de cuyos síntomas más elocuentes -y aberrante- fue el asalto al Capitolio por una turba de descerebrados alentados por el nefasto Trump; acaba de cumplirse un año de la salvajada.
Reproduzco la cita que Caño hace del libro Cómo mueren las democracias de S. Levitsky y D. Ziblatt: "...cuando el miedo, el oportunismo o los errores llevan a los partidos políticos establecidos a legitimar a los extremistas, la democracia está en peligro". El Partido Republicano, muy influenciado por el trumpismo, bloquea toda iniciativa legislativa, "lo que se traduce a los ojos de los ciudadanos en ineficacia de sus gobernantes y descrédito de sus instituciones". En consecuencia, "la confianza de la población en el sistema ha caído hasta niveles jamás conocidos".
Por lo tanto, se vive una combinación de polarización, paralización y radicalización que no augura nada bueno para la -en otros tiempos- modélica nación libre, próspera y meca de oportunidades...
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