No pocos del gremio literario han reflexionado en voz alta sobre su motivación, o motivaciones, para dedicarse a escribir. La línea argumental más frecuente -que yo recuerde- es la necesidad, muy interna, íntima, de expresar lo que se cuece en su interior: Recuerdos, temores, deseos, ansiedades, ambiciones, frustraciones...Lo que a su vez, es resultado del eterno batallar entre lo racional y lo instintivo, entre lo que se procesa conscientemente y lo que brota, con diferentes niveles de represión, del inconsciente.
Esta reflexión viene a cuento por la cita de Gregorio Morán en su última Sabatina Intempestiva (La Vanguardia, 13/6/2015), dedicada al escritor sueco Per Olov Enquist. Escribe: "Tenía 42 primos. Era normal: los caminos entre los pueblos habían estado en malas condiciones durante siglos y nadie tuvo fuerzas ni ganas de ir muy lejos para buscarse una moza, por lo que se contrajeron muchos matrimonios consanguíneos, y se decía que hubo bastantes casos de endogamia que dieron como resultados unos cuantos tontos de pueblo y una cantidad asombrosa de escritores".
No me cabe duda, el incesto debe generar tal grado de perturbación, que escribir debe ser una formidable válvula de escape...
No hay comentarios:
Publicar un comentario