Ya otras veces he destacado una película por su capacidad de establecer una forma de intimidad con el espectador: Guión, ritmo, actuación, escenarios, música...Ves, piensas y sientes simultáneamente; reflexionas sobre vivencias propias o recuerdas otras imágenes o textos, a la vez que tienes los ojos puestos en la pantalla.
Todo ello se da en la austera, contenida y melancólica "Still Life", "Nunca es demasiado tarde" en español (Uberto Pasolini, UK, 2013). Calificativos que, desde luego, para no pocos pueden ser más que suficientes para no querer verla... En pocos minutos sientes empatía con el solitario y taciturno Mr. John May -gran mérito del protagonista Eddie Marsan-. No sabemos qué le ha conducido al tipo de vida que lleva, pero es un ser humano decente y sensible, irreprochable.
Sin proponérselo -el eterno "yo y mi circunstancia" orteguiano- surge una posibilidad de establecer una relación afectiva (iba a decir amorosa, tal vez no llegara a eso). Su autocontrol perenne se debilita, su yo se altera. Sobreviene un accidente. Y, de ahí -sin detallar más para no explicar demasidado-, a un sublime final, una escena muy emotiva, de profundo impacto en lo emocional y en lo espiritual...Escribiendo esta línea vuevo a sentir muy humedecidos mis ojos...
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