martes, 12 de septiembre de 2017

¿POR QUÉ HAY SECESIONISMO EN CATALUÑA?

Van sucediéndose noticias sobre el proceso secesionista que el Gobierno autonómico, y la mayoría gubernamental en el Parlamento de Cataluña están impulsando, y que vivirá un momento culminante con el anunciado referéndum de autodeterminación previsto para el próximo 1 de octubre. Voy a resumir cómo se ha llegado hasta esta situación (en la carpeta política española pueden encontrarse algunas entradas con referencias sobre este conflicto):

Independientemente de las considerables cortapisas legales para su celebración, la realidad política es que existe en Cataluña un porcentaje nada desdeñable de votantes -muy probablemente no superior al 50%, pero tampoco inferior al 40%- que quiere separarse de España.

El origen de las conflictivas relaciones entre Cataluña y España hay que cifrarlo en la derrota del 11 de Setiembre de 1714 -fecha que pasó a ser la Fiesta Nacional de Cataluña, Diada en catalán- ante las tropas del rey borbón Felipe V (sí, no se extrañen, el antecesor del actual rey Felipe VI), y con ella, una pérdida muy drástica del nivel de autogobierno con que contaba Cataluña, y el regreso a una enorme dependencia de la política emanada de la corte de Madrid, en particular de un rey, que a diferencia de su antecesor Carlos II de la Casa de Austria, estaba imbuido de una concepción muy absoluta y centralizada del poder, entre otras causas, muy arraigadas en la naturaleza humana frente al ejercicio del poder, quisiera señalar una de carácter familiar: Era nieto del rey de Francia Luis XIV que ha pasado a la historia por una muy célebre -y demoledora- frase, anhelada por muchísimos gobernantes: “El Estado soy yo”.

En el siglo pasado, la represión del régimen del general Francisco Franco se cebó, entre otras facetas, en la persecución del idioma catalán (y del vasco), clave de bóveda de cualquier cultura. La brutalidad de la dictadura no pudo acabar -muy al contrario- con la vitalidad de esta lengua y de su cultura: No existía un Gran Hermano que pudiera controlar su uso en cientos de miles de hogares a lo largo y ancho de Cataluña. Con el inicio de la etapa democrática, formalmente con la Constitución de 1978, Cataluña recupera, a grandes rasgos, el nivel de autogobierno de la II República (1932-1936) con el Estatuto de Autonomía. Ya en este siglo, las fuerzas políticas mayoritarias en Cataluña aprueban en el 2006, en el Parlamento de Cataluña, un nuevo Estatuto que profundiza el reinstaurado. En las Cortes españolas es rebajado, pero finalmente se refrendado; sin embargo, el hoy gobernante Partido Popular lo recurre ante el Tribunal Constitucional, que lo recorta todavía más, tras tomarse un tiempo inaceptable: Sentencia STC 31 de 2010.

El mensaje para el electorado catalán no deja mucho margen de dudas: Dentro del marco constitucional, no hay futuro para sus reivindicaciones, jamás violentas, siempre respetuosas de los procedimientos democráticos. Finalmente, la crisis económica que se precipita en 2008 ha agudizado las tensiones entre Cataluña y España pues ha puesto en evidencia la gravedad del desequilibrio fiscal entre ambos territorios: Cataluña genera unos ingresos fiscales claramente superiores a las contrapartidas que recibe en servicios e infraestructuras. Un déficit supuestamente solidario para contribuir a los desequilibrios económicos de las diferentes Comunidades Autónomas que conforman España. Lo que sucede lamentablemente, y creo que es inherente a la naturaleza humana -más allá de las etiquetas nacionales- es que lo que se recibe sin esfuerzo se gasta también sin esfuerzo, esto es, sin analizar debidamente la productividad del destino de esos fondos. La dependencia no desaparece, al contrario, se crean redes clientelares que aseguran fidelidades políticas; pero pocos avances en dotar a las regiones más pobres de estructuras económicas más sólidas, de manera que la solidaridad interterritorial no se convierta en un permanente y agotador subsidio. Y Cataluña se siente fatigada, aún más en el contexto actual, como decíamos, de graves desequilibrios fiscales tanto en España como específicamente en Cataluña.

En definitiva, el caldo de cultivo del secesionismo cuenta con hondas raíces históricas, hechas de sentimientos, frustraciones y anhelos; y que se ha nutrido, más recientemente, por la doble crisis que vive España: La del régimen político nacido tras la muerte de Franco, y la económica: Fuerte endeudamiento público y privado, un sistema bancario en fase de purga, y múltiples casos de corrupción, por señalar sus vectores más alarmantes. Así pues, se ha articulado en la sociedad catalana una densa corriente política pro-independentista que procede de una amalgama de clases medias, profesionales, pequeños empresarios, asalariados, educadores e intelectuales.

 
Ante esta situación, que la única respuesta política del Gobierno de Mariano Rajoy sea apelar a la Constitución, sacralizar una ley, sin duda valiosa en muchos aspectos, pero lejísimos de poder calificarla de inmutable, es muy insatisfactorio; una Constitución, por lo demás, que ha envejecido rápido, no en vano fue redactada a los dos años de la muerte de Franco, con todo el aparato del Estado copado de franquistas y con los militares tutelando cualquier decisión; esa norma no contendrá, al contrario, el impulso de un segmento significativo del electorado catalán que quiere decidir, que quiere votar, acerca de su vínculo con el Estado español. En una sociedad democrática, en el siglo XXI, no se puede esgrimir una ley como muro, la fuerza de las ideas acabará derribándolo.

 

 

1 comentario:

  1. Jornada de reflexión. Escribo en español pero hoy pienso en català. Tal y como están las cosas y al punto que hemos llegado sigo estando con la misma indecisión que el día que se anunció públicamente el referéndum.
    La ausencia de diálogo, la crisis económica, la inestabilidad política, la corrupción sistémica, el aumento de impuestos y el recorte de servicios... Un cóctel explosivo en manos temblorosas. Los ciudadanos no se sienten representados en las instituciones y siguen confiando que alguien arregle las cosas, por lo que resulta fácil abrirse hueco políticamente señalando al culpable con el dedo y abanderándose con un sentimiento histórico como única solución alternativa (acordémonos de la irrupción de Podemos y lo cerca que estuvo de sustituir a la rancia izquierda de PSOE en las últimas elecciones generales).
    Pues bien, desde el anuncio del 1-O, no he sido testigo más que de incompetencia, falta de diálogo, manipulación y alardes de poder por parte de ambos goviernos. Ante la impasibilidad(o incapacidad)política y consecuente paso de patata caliente al poder jucicial, el "me paso por el forro tus leyes, a mi oposición y a quién se ponga por delante". Ante el envío masivo de fuerzas de seguridad, intervención de competencias y ninguneo generalizado de las instituciones y organismos catalanes, el movilizo a la población en las calles y después les pido ayudas económicas para afrontar las sanciones impuestas y los responsabilizo de las ilegalidades llevadas a cabo. Ante el "aquí mando yo y se hace lo que yo digo", el "pues nos vamos con lo puesto"...
    Mañana se me ha echado encima y no veo más que radicalismo como opciones. Mañana igualmente saldré para ejercer mi derecho sin miedo a la fuerza de la opresión aunque, ciertamente, me hubiera gustado hacerlo de otra manera.


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