No escribo porque los acontecimientos se suceden con vértigo. El lunes pensaba escribir sobre el desenlace del ultimátum de Rajoy a Puigdemont...y se prorrogó; pero, a la vez, en el frente judicial, sucedió la aberrante encarcelación de los líderes independentistas, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart. Más leña al fuego, más combustible regado en el suelo catalán. Emblemáticamente, las primeras declaraciones de "los Jordis" fueron un llamado a la calma. Este es el gran tesoro, el gran argumento para seguir teniendo alguna esperanza de mediación de la Unión Europea: Un proceso siempre tan reivindicativo como pacífico. Alerta con la ultraderecha, por ahí pueden venir los incidentes (ya los hubo en Zaragoza, Madrid y Valencia), siempre van armados, dispuestos a la gresca...
De lo mucho que he leído día a día, destaco -y copio a continuación un largo párrafo- el artículo de Angeles González-Sinde (para nada independentista) en el El Periódico de Barcelona, el pasado martes, pues explica impecablemente lo que a muchos les -nos- provoca la bandera de España: "Cuando el pasado domingo día 8 [octubre] me subí en el metro para acudir a la
manifestación convocada por Sociedad Civil [ agrupación antiindependentista] mi primer impulso fue
bajarme del vagón. Estaba lleno de gente con banderas de España.
Me aterré. Es una reacción instintiva de una hija de progres militantes
antifranquistas que fue adolescente en la Transición y aprendió a
ponerse a resguardo de las huestes de Fuerza Nueva y los guerrilleros de
Cristo Rey [los grupos de ultraderecha máa activos durante el franquismo] . Aunque hayan pasado décadas de convivencia democrática, ver banderas me sobrecoge,
me intimida porque en la educación y la experiencia vital que heredé,
la de perdedores de la guerra, la bandera de mi país no era ni mía, ni
un símbolo inocuo, ni siquiera neutro". Imposible describir mejor lo que el franquismo logró de todo lo que huela a nacionalismo español...
¿Pronóstico? Cada vez toma más peso el mal menor: Convocatoria a elecciones, sea por la vía del artículo 155, intervención de las instituciones de autogobierno catalanas, y ante el alud, corrijo, tsunami de protestas por la imposición del virreinato, elecciones lo antes posible, o sea, enero 2018...Por otro lado, quizás la salida menos traumática para el Govern de Puigdemont...
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